En la actualidad, el Ministerio de Defensa se dedica a informar a los militares, entre otras cuestiones, que el ébola se puede transmitir por vía aérea, nada más y nada menos. Son varios los militares que me han llamado alarmados y los que me han remitido fotos y después un vídeo en el que se puede ver cómo en la wise del RNBQ (Regimiento especializado en la guerra Nuclear, Biológica y Química) se informa que el ébola se puede contagiar por vía aérea. Muchos de estos militares están alarmados porque piensan que la experiencia de este regimiento en tales cuestiones es lo suficientemente extensa como para saber cómo se transmite esta enfermedad.
Así son nuestras Fuerzas Armadas. ¿Quién es el responsable de esta publicación? ¿Cómo puede suceder algo semejante cuando la OMS está informando con claridad sobre la forma de contagio? Sinceramente, este es el día a día de los militares. La desinformación alcanza límites insospechados y lamentables. Los militares desconocen sus derechos, los procedimientos, los protocolos y, ahora, también se encuentran atemorizados por si el ébola se transmite por vía aérea. En fin, todo este asunto es made in FAS.
Son muchos los militares que han navegado por el océano sin sufrir una gran tormenta y, quizás por ello, no reparan en la extrema inmisericordia de la milicia cuando caes al agua. Es cierto que han visto los restos de otros barcos hundidos o, incluso, a otros militares ahogarse en soledad y desesperación, pero siempre les enseñaron que si ello sucedía era porque los que perecían no eran lo suficientemente fuertes para sobrevivir. Y los débiles en las Fuerzas Armadas no son dignos de vestir el uniforme. Luego, aquello se extendió a las madres o padres. “Dios, Patria y Familia”, me espetó en una ocasión un alto mando. Así que, las madres y los padres tampoco nos valen. Después, la limpieza se extendió a aquellos que físicamente estaban mal y, al final, a todos los que apeteciera porque faltaba el dinero y sobraba personal (el 77% del presupuesto de Defensa se gasta en pagar al personal). Expulsar soldados en la actualidad es algo así como si en un barco que se hunde los elefantes lanzan al mar a las hormigas para evitar el siniestro. Ha llegado un punto en el que da lo mismo que el militar expulsado hubiese hecho un gran trabajo y que los que sobren sean los altos mandos (el 90% de los mismos).
En todo este galimatías, la sanidad militar es más militar que sanidad. Los médicos visten con bata blanca pero realmente van camuflados porque lo que llevan debajo de la bata es el uniforme. Su primera misión es velar por la institución, la misma que informa de forma tan eficaz sobre el Ébola. Si a la institución le sobran militares, la sanidad militar endurece los controles y les expulsa. Si un militar crea problemas a la institución, la sanidad militar le cataloga de “loco” y le expulsa del sistema. Si alguien como yo decide realizar una huelga de hambre, la sanidad militar le introduce bandejas de comida a medio día y por la noche para que desista. Lo primero es la institución y después el enfermo.
El desamparo de los militares es tan despiadado que las familias de varios militares suicidados han tenido que intervenir para crear una página web y, desde ella, intentar ayudar a todos los militares que se encuentren en dificultades y también a sus familias. He conversado con varios de estos familiares cuyos militares se han suicidado y he podido comprobar su inmenso dolor. Su tema, como tantos otros, es tabú en los medios de comunicación. Las estadísticas hablan de un muerto cada 26 días en la Guardia Civil, pero nada se sabe de lo que sucede en el ámbito militar. Ni se cuentan, porque poco o nada importan. Uno menos, unas flores, una cartita, una foto si hay medios de comunicación y poco más. Por desgracia, los médicos militares son más militares que médicos —muchos de ellos— y, como iremos comprobando en este blog, lo primero es la institución y después el paciente.
En general, existe miedo entre los militares a exponer sus problemas, tanto físicos como psicológicos, porque suelen ser tachados de débiles, inaptos, kafarnas o aprovechados. Una vez que algo así ha sucedido, el sistema comienza a triturar al señalado. Esto lo único que hace es empeorar más la situación, ya que los militares tienen miedo de contar lo que sienten o les sucede. Ello nace, sobre todo, de la mentira. La mentira que cuenta España a los españoles al no explicarles lo que fue realmente Afganistán o Iraq, lo que imposibilita reconocer el estrés postraumático. Muchos militares están inmensamente dolidos porque les negaron la consideración que les correspondía, así como los cuidados necesarios y oportunos al volver de un conflicto. Pero claro, no se puede poner en funcionamiento un protocolo para evitar el estrés postraumático si se está explicando a la ciudadanía que los militares reparten magdalenas. Este lunes se publicaba en la Cadena Ser (en la que se podían escuchar grabaciones de audio de “La batalla del 4 abril” producida en Iraq y que se narra novelada en el libro Un paso al frente pero que es desconocida para la sociedad española a pesar de lo importante y destacada que resultó) que se condenaba al Ministerio de Defensa a reconocer los daños sufridos por un sargento que, al ver morir a su compañero y mejor amigo, cayó en la depresión. Como suele ser habitual, la sanidad militar no encontraba relación entre la depresión y las muertes que había vivido en primera persona el sargento. Siempre barriendo para casa.
Lo que cualquiera esperaría, al menos los militares, es que la sanidad militar fuese como una madre, pero el sentimiento de muchos, una vez entrevistados, es el de encontrarse ante un vulgar estafador. Se sienten estafados porque, una y otra vez, se niega la mayor. ¿Cómo se le puede negar a un militar que ha vivido la muerte de su mejor amigo la conexión de la misma con la depresión que sufre? ¿No se esperaría cuanto menos una cierta comprensión con tal situación? Son muchos los militares, en especial temporales, a los que se les diagnostican minusvalías pero se alega que éstas tuvieron un origen anterior a su entrada en las Fuerzas Armadas —aunque lleven más de una década dentro de la institución—. El motivo es monetario: si reconocen que el origen se debe al servicio hay que indemnizar. La otra gran estafa se produce a la hora de otorgar el porcentaje de minusvalía. Los militares temporales terminan, de forma invariable, por tener un porcentaje inferior al 24% de minusvalía, ya que este porcentaje o cualquiera superior obliga al ministerio a remunerar con una pensión a un afectado. Con estas operaciones, la sanidad militar consigue que lo que supondría una pensión quede en una ridícula indemnización. Lo peor de todo es que ahora se cataloga a muchos militares una minusvalía inferior al 24% porque el sistema ha descubierto que es una forma de despido gratuito. Luego, cuando yo hablo de precariedad laboral, me sancionan. Por eso, hoy, enfermar en las Fuerzas Armadas es peligroso.
Hablando con Rosa, cuyo hijo se suicidó, se preguntaba indignada cómo podía ser posible que ello hubiese sucedido si resultaba claro que su hijo no estaba en condiciones de trabajar. “Le mandaron a Zaragoza como castigo”, explica. “Decidió ir dos días antes pero apareció muerto el mismo día que llegó”, nos cuenta emocionada. Siente que la vida de su hijo se podría haber salvado si se le hubiese tratado de la forma adecuada.
Se muestra critica, como muchos otros, con la opacidad del ministerio, que ni siquiera le ha confirmado de forma oficial si su hijo se ha suicidado o no. Su dolor es palpable al recordar todo lo sucedido. “Llevaba cinco años y al estar en tratamiento no podía dormir solo. No le dieron el destino para dormir en casa y le mandaron a Zaragoza forzoso”.
Nos explica que lo normal es que le hubieran otorgado la minusvalía que le correspondía pero tendrían que pagarle. “Él estaba apto con limitaciones y hasta tenía sobrepeso, casi 100 kilos, pero llegó al tribunal y le dieron apto, aunque me dijo que se desmayó en el mismo tribunal”.
“Hay mucha información de la que nada me han contado y muchas dudas. Parece ser que encontraron pastillas pero nadie lo sabe”. “Cuando comencé a investigar sobre lo sucedido con mi hijo, el coronel me llamó y me coaccionó para que no siguiera investigando”. Rosa no puede comprender que lleve meses investigando y todavía no sepa lo que pasó. “Nadie me ha dicho de qué ha muerto mi hijo, sólo que ha muerto por intoxicación medicamentosa”. Explica que no le dan información alguna, que toda la investigación es oscura.
La sensación que tiene es que ellos han cometido un error con su hijo al darle el alta y destinarle forzoso y que, por eso, ahora no quieren investigar. Su hijo debería haber recibido una pensión por su incapacidad pero lejos de ello, lo que recibió fue el alta médica y a los pocos días falleció.
Manuel se ha intentado quitar la vida dos veces en los últimos meses. Le han dado un 20% de minusvalía por “miocardiopatía dilatada con antecedentes severos familiares”. Llevaba casi nueve años trabajando, no era un recién llegado. El fallecimiento de su pareja y la enfermedad terminal de sus padres junto con este revés de la sanidad militar ha sido definitivo. Se siente abandonado por las Fuerzas Armadas. El problema es que él hace deporte con toda normalidad y no se explica el motivo de su 20% de minusvalía. “¿Si tan malo estoy por qué puedo hacer una vida normal?”. Se le ve triste e impotente. “Lo que no comprendo es que me expulsen a la calle con un 20% de minusvalía porque dicen que no valgo para estar en una oficina pero yo pueda pedir trabajo mañana en cualquier sitio. Me voy con 15.000 euros de indemnización. ¿El año que viene de qué voy a comer?”. Sin calificaciones negativas en los ocho años de servicio, quiere seguir trabajando. “El problema es que te tienes que gastar 2.000 euros en abogados para poder tener tus derechos”.
Como ya es tradición, no hay ningún responsable, ningún imputado, ninguna falta. El implacable rodillo continúa aplastando, una a una, a sus víctimas, a los más débiles, a los subordinados… Y el ébola se transmite por vía aérea, ¿no?
Fuente: http://blogs.publico.es/un-paso-al-frente/2014/10/10/el-ebola-en-las-fas-y-la-sanidad-militar/
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